lunes, 14 de noviembre de 2011

Acuatintas Disueltas

I
La credulidad me viene irremediablemente por efecto secundario, cuando la vista se me nubla lo suficiente y los oídos ensordecen a los cantos de las sirenas de puerto, que solo se asoman a la barca justo después de haber recogido las redes.

II
La garganta no se puede anudar más tanto, ni la lengua curtirse más por las sales que se vierten sobre ella cada que volteo al cielo esperando lluvia y toca por azares llanto, de aquí me llevo a mis pies a gastarse las suelas a otras partes, sin los excesos de equipaje y ruido con que viajan los carnavales de sombras.

III
Quiero dejar de una buena vez la necedad de seguir plantando claveles en campos santos, llevarme de ahí mi lápida de mármol sin epitafio, remozarla y enclavarla bajo la sombra de un gran árbol en un jardín verde, aunque debajo de ella nada se encuentre, ni siquiera mis propios huesos vestidos de gala, pues no soy yo el que ha muerto todavía.

IV
Me temo Noviembre presenta los mismos síntomas de los meses que he venido enterrando.

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