Y sin embargo aún después de tanto probarnos y sabernos eternos, últimamente tenemos esta mala y ajena costumbre de herirnos de muerte sin bien matarnos
Cuándo será que dejemos de contarnos el plumaje que aún nos queda, si desde un principio supimos cómo volar sin ocupar siquiera despegar los pies del suelo
Habrá que dejar de caminar con las maletas en la mano, no sopesar los tiempos buenos con los malos, brindarnos alguna de estas noches un bolero lento en los tejados
El día que se dejen de lado los acongojados tonos fúnebres de velorios involuntarios, habremos de recordar en qué cajón dejamos olvidadas las llaves del cielo
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