Tuve la enorme fortuna de tenerla en mi vida por dieciocho años, era mi compañera, mi confidente, mi amiga, solo le decía Abuela cuando hablaba de ella con alguien más aparte de mi familia, y siempre lo hacía con ese orgullo de saber que sí, que a mí me había tocado tenerla e incluso de haber tenido la oportunidad yo mismo la hubiera escogido
Ella siempre fue el ancla de mi familia materna, la mujer que todo mundo escuchaba y la primera en ser tomaba en cuenta para cualquier decisión; crecí a su lado buena parte de mis años –al igual que mi hermano mayor- mientras que mis padres trabajaban, nos aguantaba los llantos y nos cuidaba como si fuéramos de ella, y aunque nunca reconoció abiertamente favoritismos entre los nietos, sabía que me encontraba muy bien posicionado en medio de sus costillas
Era una mujer directa, te hablaba sin rodeos y directo a los ojos, le gustaba la nieve de fresa y la de vainilla que vendía un señor que creo ya no vive tampoco, y cuando me veía triste o preocupado, al día siguiente me tenía un plato de Torrejas esperando; Su casa era mi Castillo, mi Abuelo la mandó construir para ella hace muchos años, me sé todos los rincones e incluso el número de escalones que llevan al segundo piso, y aunque la casa en sí es lo suficientemente espaciosa y tiene una sala grande, todos nos reuníamos cualquier día de la semana y en especial los domingos en la cocina, era tan peculiar el estar tíos, sobrinos y hasta nietos alrededor de una mesa para ocho, cuando en un buen domingo por la tarde habíamos más de quince personas peleando al mismo tiempo por una silla a su lado
Le gustaba esperarme hasta que apareciera por su casa para mandarme a comprarle verdura a la tienda de la esquina, ella le decía a mi madre que de entre todos los nietos -e incluso de mis tíos en sus tiempos-, era el único que sabía escogerla "bonita bonita", es por ella que le tengo tanto gusto a la cocina, la recuerdo moviéndose ágilmente entre cazuelas humeantes y alistando ingredientes, en su alacena siempre tenía de todo aunque no lo fuese a ocupar, tenía sus secretos de sazón e incluso sus recetarios los escribía con abreviaciones que solo ella entendía, lo cual hizo complicado intentar replicar algunas de sus recetas pues se leía…”Dos tazas de A y tres cucharadas de H media hora a fuego lento” Amm…Tres tazas de A?..de Agua..de Azafrán? Nunca supimos cómo descifrar más de alguna
Desde niño sospechaba que en tres dedos de su mano derecha escondía la medida exacta de piscas de sal, pimienta y todas las especias habidas y por haber, me encantaba sentarme en la mesa de la cocina a verla preparar más de cuatro cosas a la vez, “Un ojo al gato y otro al garabato” me decía mientras le daba una fumada a su cigarro, levantaba la vista hacia a un pequeño televisor que tenía arriba del microondas y con la otra mano libre controlaba los fuegos en la estufa; Para mí era sorprenderte ver cómo aquella mujer podía hacer todo eso y al mismo tiempo vigilarme si es que estaba cortándole bien lo ejotes
Me enseñó el orgullo y la lealtad que hay que tenerle a los lazos de sangre y el respeto a la gente que es buena con uno y a entender a aquellos que no lo fueran tanto, a tratar a las personas como uno mismo quisiera ser tratado y a respetar a las mujeres en todas las formas pero también a exigirles temple y saber pedirles ayuda cuando sea necesario, le preocupaba mi bienestar y tranquilidad, y en alguna que otra ocasión se llegaba a preguntar si mi carácter impulsivo terminaría por ahuyentarme las conquistas alguna vez, me decía…”Búscate una muchacha bonita, Tranquila e Inteligente… Carlitos no se te olvide que eres Zaragoza del Centro ”
Recuerdo perfectamente la última noche que pasé a su lado, a media madrugada me pidió me sentara a la orilla de su cama para que pudiera recostarse sobre mi espalda y así descansar un poco, siempre le incomodaron las camas de hospital y a mi me rompía el alma verla toda la noche intentando acomodarse para dormir un poco, dos días después me despertó demasiado temprano por la mañana una llamada, apenas al oír el timbre del teléfono sabía que era ella, que se estaba despidiendo
Me falta, pero sé que me cuida y de repente mueve sus influencias desde allá arriba para verme sonreír como lo hago ahora al acordarme de ella; Estos últimos días serían menos complicados si estuviera aquí, me sentaría justo a su lado en la mesa de la cocina, tomaríamos algo y nos fumaríamos un cigarro sin prisa alguna, y como siempre me haría ver que el monstruo nunca es más grande que uno mismo cuando lo desarmas poco a poco.
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