Cada mañana voy a verla, a tratar de adivinar cuál será su color del día, clavo las uñas un poco más arriba que la vez anterior para escalar, ella se queda quieta sin que el aire parezca moverla un poco
Yace inmóvil en la parte más alta, resguardada entre la espesura de una maraña de cosas que a veces no permite descifrar
Es así que término sacudiendo el tronco con fuerza con la mirada fija en ella para no fallar, Eva se aferra firmemente a su tallo para no perder de vista cómo aún se puede escurrir el sol entre las persianas de cristal como aquellas tardes entre Champs de Mars y San José Street
Se desprende de todo menos ella y a mis pies se estrellan serpientes hedonistas, afiladas hojas con bordes de tinta, polvo y algunas ramas de nidos olvidados en la postguerra
Desde ahí es muy fácil perder la perspectiva, pues lo que para ella pudiera parecerle pequeño desde arriba, es tan grande a los ojos de quien la espera impaciente desde abajo
Mañana será otro día y quizás otro color
pero el mismo árbol y ella...Eva
lunes, 30 de mayo de 2011
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