lunes, 5 de junio de 2023

Con sal de mar

  "Si para tenerte aquí habría que maltratarte, no puedo hacerlo...Te veo me sonrojo y tiemblo, qué idiota me hace el amor".

Comencé a escribir justo a partir de la última llamada contigo, desde entonces hasta hoy fui abonando de apoco esto que al final será el último texto que escribo, lo pongo en contexto porque no sé cuándo habré de compartirlo y dejarlo quieto por última vez junto con todo lo demás que habrá de quedarse aquí, quizás desde entonces hasta hoy estuve escribiendo y borrando tramos enteros conforme pasaba el tiempo y también el enojo de tener que volver a comenzar de nuevo el proceso de otro duelo más, tratando de dejar solo las palabras más amables. Desde entonces he estado entrando muchísimas veces a este espacio con la necia esperanza de encontrar algún comentario tuyo que me de la más mínima señal de vida, pues solo así es la única manera en la que puedo saber que has estado de visita por aquí, si estás leyendo esto ahora, quiere decir que no fue así. 

Mi vida, comenzaré por despedirme de ti contándote un secreto mío que nadie más sabe y que quizás olvide justo después de habértelo dicho, y es que a lo largo de los años mi herida profunda de abandono ha condicionado la certeza, fortaleza y duración de mis lazos afectivos, pues lo que no veo a mi lado o al menos cerca y de manera constante se termina olvidando por completo, o en el mejor de los casos, muta a algo completamente distinto por mero mecanismo de defensa y como una creencia limitante para protegerme de algún daño a futuro. Lo mismo sucedió con nosotros con los distanciamientos a lo largo de los años, hay capítulos completos de nuestra historia que simplemente ya no recuerdo justamente por las constantes intermitencias de tus abandonos. La realidad es que, quien deja de estar cerca de mi, se va olvidando, así pues, quizás alguna vez ni siquiera pueda reconocerte a la distancia o tan cerca como estando uno al lado del otro en la misma caja de cobro de algún supermercado, y es precisamente eso lo que me da un terror tan inmenso que tristemente sé que no podrías entenderlo nunca.

Te escribo desde la parte más profunda y oscura de esta depresión que lleva conmigo cerca de tres años y contando, esta no es ni la primera ni la última, pero sí la que me ha cobrado más cuota de mí y de mi tiempo. Por fortuna fuiste tu quien decidió por fin romper con su llave de ésta puerta después de tu última visita, y lo digo así porque tú más que nadie sabe que yo no me habría atrevido a hacerlo nunca, al menos no por cuenta propia, y es que de no haber sido así, seguramente habría seguido abriéndote mis brazos en cruz en cada una de tus vueltas hasta el final de los tiempos. Así sucedió desde la primera hasta ésta última vez sin el más mínimo esfuerzo de tu parte. Sabes, yo hubiera pensado un poco más en ti que en mi antes de buscarte de nuevo, me hubiera esperado más meses para volver a intentarlo, ambos teníamos o seguimos teniendo a la fecha muchas cosas por sanar y perdonar, también algunas cuantas más de las cuales arrepentirnos, ¿Pero qué te digo? me volvió a ganar el corazón de vuelta y tu sabes bien que solo te basta con colgar del anzuelo un pequeño trozo de ilusión de que habrás de quedarte un poco más de tiempo en mi vida para dejarlo todo y salir corriendo tras de ti.

El día que reapareciste lo primero que dije fue que no volvería a lastimar a nadie más solo porque estabas de vuelta, eso también volvió a suceder, nunca sabré a qué volviste si planeabas regresar a donde estabas, tu nunca has perdido, siempre has tenido a dónde poder volver como si nada hubiera ocurrido, incluso aquí conmigo, con los años he aprendido que cada que te vas de aquí, es porque alguien ya se encuentra esperando; Por mi parte siempre he tenido esta pésima costumbre de decirle a quien se me acerca demasiado, que si algún día me voy de ahí es porque contigo es donde quisiera estar, y eso sin duda cierra muchas puertas que no vuelven a abrirse nunca más. Si me preguntas, sigo creyendo que volviste tan solo por ego, pues pudiste haberme buscado en cualquier otro momento, meses antes o muchos después, sin embargo solo lo hiciste hasta verme acompañado y ligeramente más tranquilo, estoy cierto que de haber estado por mi cuenta, habrías seguido viviendo tu historia perfecta, como esas que solían pasarte cada seis meses y duraban solo unos cuantos. 

Es tan irónico que aún todavía a estas alturas de la vida quisiera contar al menos con esa ventaja que tienen quienes te encuentran por primera vez, esa habilidad de creerles todo sin cuestionar nada, esa soltura de darlo todo sin alguna exigencia ni condición, de creer todo sin excepciones, de obviar las señales, donde todo es tan admirable y encantador como si fuera tan extraordinario en tan solo unas cuantas semanas, quizás mi rencor parte de que tuve que atravesar por tantas cosas y por tantos, es ahora que entiendo que no existe nobleza ni estoicismo alguno en esperar a nadie.

Debí irme la primera vez que tomaste la decisión consciente de traicionarme sin advertencia alguna ni un daño previo de mi parte, ese debió ser mi punto de partida, trece años atrás debí haber colgado a mitad de tu llamada desde la habitación que estaban compartiendo, no debí esperar a que volvieras, no debí esperar a que bajaras de ese taxi a las tantas de la mañana mientras yo me sostenía el corazón tan roto solo para preguntarte por qué lo habías hecho, mientras tu me mirabas con tal enfado por querer saber todos los detalles del por qué. Me reproché tanto el no haber sabido cómo reaccionar cuando sucedió, me sentí tan humillado tan decepcionado, pero dime ¿porqué tendría qué haber sabido qué se hacía en esos casos?, si te sirve de historial, fuiste la primer persona que me enseñó cómo es que se siente una infidelidad en más de una ocasión. Debí tener más de amor propio, debí decirte esa vez que al menos guardaras tu maleta para no tener que ver de reojo al pasar al lado de ella todo lo que te estuviste poniendo y quitado para él durante esos días, esa misma que incluso te ayudé a cargar para meterla en la cajuela el día que te ibas, Después de eso debí saber que habría de repetirse una y las veces que te fueran necesarias, porque así mismo fue que te conocí, compartiéndote y compitiendo por la compañía de alguien que ya se encontraba ocupado, ¿Por qué creí que sería distinto conmigo? Carajo, y es que te amaba tanto, tanto y si bien entiendo que la vida a lo largo de los años te ha hecho reconsiderar algunas de tus formas, fue mi constante presencia, mi absurda permanencia y mi tolerancia al dolor lo que te facilitó durante muchos años el salir a buscar por una veintena de lados lo que según tú era lo que estabas buscando, mientras yo me quedaba esperando algo que nunca volvió completo de donde sea que se fue.

Me defendí a destiempo, lo admito y lo lamento, no debí engancharme en esa dinámica de, “te hago porque me hiciste”, pero sabes, no merecí esa primera ofensa, y sin duda no debí continuar a partir de ella con todas las demás, ni aceptarlas ni ejercerlas, debí saber cómo gestionarlo, ignorarlo no me excusa de haberlo hecho yo también, a pesar de todo nunca te herí de manera arbitraria y con total consciencia y alevosía de hacerte un daño, no me pongo ni tampoco me queda el disfraz de víctima, lamentablemente me permití convertirme en un reflejo, un espejo de lo que sucedía, de lo que dabas y quitabas, de eso mismo que hacías cada vez con menos remordimiento como calibrando hasta dónde habría de replicar. Es preciso decirlo, mis ausencias fueron directamente proporcionales a las tuyas y si alguna vez te sentiste herida, imagínate yo, que por el cariño que te tuve nunca me atreví a devolverte del todo ni siquiera la mitad de los daños que permití hicieras, devolviéndotelos en las mismas formas que las tuyas, mi sentido de “justicia” no pudo estar más equivocado, me permití convertirme en algo que no era ni deseaba, me conociste leal, compasivo, amoroso, detallista, cariñoso, atento, paciente y dispuesto a esperar que te dieras cuenta de que todo hubiera sido más fácil si no hubieras abusado tantas veces del amor que te tuve durante todos estos años, y no me refiero a compartir tu cama con las personas que fueran o a irte tantas veces como quisieras, me refiero a decir lo que realmente eras, que necesitabas constantemente de una inmensa cantidad de atención y que te irías con cualquiera que diera ese suministro de placer y gratificación sin importar lo que sucediera al rededor, lo dije muchas veces, nunca tuve oportunidad alguna de ganarte a ti misma. 

Mi última llamada contigo casi siete meses atrás fue a mitad de un ataque de pánico, no sabía qué hacer, ni siquiera lo hice para pedirte que volvieras, te llamé solo para saber cómo es que hacías cada que te ibas para desvincularte de mi de una manera tan fácil, como si fuera tan sencillo, me respondiste que estabas con tu familia, que no te correspondía a ti el hacer que fuera más fácil y que no volviera a llamarte nunca más porque que no ibas a responder. Cuando te asomaste de nuevo hace pocos meses, de lo primero que pediste fue que si podía llamarte mientras tomabas un baño, de inmediato lo hice, y comenzaste a hablarme de anillos, de bailes clandestinos con prendas a escondidas, de las cosas que aún guardaste y que estoy seguro a estas horas ya tampoco están, así como pasó con aquellas que me enviaste como si fueran nada, llegaste así, tan casual, como si yo mismo no te hubiera enterrado y quemado hasta las cenizas meses antes y te pedí por lo que más quisieras no volver jamás, todo ello en un escrito que estoy seguro leíste más de una vez y aún así lo hiciste, con esa certeza de que te estaría esperando. Y así fue, ese día me quedé contigo en la línea por más de dos horas y al siguiente otras tres más con dieciséis minutos en video llamada hasta que te quedaste dormida con la pantalla encendida pues decías que llevabas días sin poder dormir, todavía hace días aún conservaba la captura de pantalla que tomé esa vez, sabes, yo también hubiera deseado una de esas llamadas que me hicieran poder dormir bien. Lo último que escribiste decía, “...lo que te voy a decir está bien cabrón y creo que es importante que te lo diga, sé que a partir de esto los sentimientos que tienes hacia mi cambiarán pero al menos así creo que podremos dejar de herirnos”, dime tú, quién le dice algo así a quien espera por ella todos los días y que llega y se va como si aquí no pasara nada?, Ciertamente siempre hubo una diferencia abismal entre saber estar y solo estar de paso.

Nadie nunca me obligó a nada, ni siquiera tu misma, admito ahora que fue mi falta de amor propio lo que hizo que insistiera tanto en querer hacer notar mi valor, quizás te quise más a ti de lo que tú alguna vez quisiste quedarte conmigo, tanto te quise que muchas veces deseé parecerme a las personas por las cuales podrías llegar a dejarme alguna vez y entonces así no tendrías que irte. 

Siempre pensé que terminaríamos juntos, nunca que acabaríamos con nosotros en el intento, sentir tanto de todo esto me ha venido destruyendo desde hace ya mucho tiempo atrás, un poco más desde la última vez de tu chequeo regular hacia mi persona para saber si aún seguías aquí existiendo, mi ansiedad se ha disparado como un cohete hacia la luna, como si buscara desesperadamente tomar bocanadas enormes de aire en su trayecto sin lograr hacerlo, hace que olvide cosas por completo, entre ellas los avances que haya logrado hasta ese momento y es como empezar de nuevo otra vez desde cero con el proceso, ocupa la mayor parte de mi pensamiento, me mantiene irritable, desconcentrado, en este estado de alerta constante como si estuviera en medio de una tormenta que no termina por tocar el suelo de una buena vez para así comenzar a destruir todo a su paso y entonces tener al menos la oportunidad de comenzar a reconstruir de nuevo, No hay manera humana de que pueda sentir más de lo que ya lo hago. Desde esta última ocasión me vivo al límite de mi disociación, soy sin ser realmente, estoy sin estarlo conscientemente, expectante de lo que debería ser pero que sin embargo no sucede, me he vuelto una especie de fantasma dentro de mi propia casa. Este sentimiento de pérdida e insuficiencia es tan jodidamente incapacitante, me han desatado hábitos tan dañinos como comer en demasía por ansiedad o fumar como si no hubiera un mañana, procrastinado constantemente y sin ánimos de lo que alguna vez me hacía feliz y me entusiasmaba hasta el hiperfoco, sentir tanto me está haciendo daño y por mi bien necesito parar y la única manera de hacerlo es dejar de vaciar mi energía en ti. Lo siento, no puedo arreglar todo esto yo solo, es brutal el momento de conciencia donde se comprende que con amar ya no alcanza, entiendo bien que ya no debería de extrañarte, pues de estos quince años, menos de la mitad los he pasado contigo, y la otra mitad de esos restantes se me han ido en perseguirte, es ahora que entiendo que lo que extraño es en todo caso la versión idealizada de los momentos que pasamos en paz.

Mis bloqueos han podido ir cediendo de a poco en cada nuevo acercamiento a mi conciencia y las herramientas que ello aporta, me recuerdan lo que muchas veces dejé pasar y que al final se volvieron en reclamos de lo que hice, cuando lo único que hice fue regresarlo de la misma manera en que lo que recibí de ti, hay tantos recuerdos que han vuelto a hacerse visibles, las noches acostado en el piso del otro lado de la puerta de tu habitación, o estar a un lado de ti en la cama hablando con tu espalda porque tu simplemente no deseabas escuchar, las desacreditaciones, las humillaciones, los descartes, los reemplazos, tu forma de castigar al ignorar o dejar de atender lo que yo tenía por decir, también situaciones de mucho antes, como cuando decidiste no asistir a la galería donde todo lo que exhibía se trataba de ti, o cuando te vi yendo sin falta durante meses cada fin de semana por alguien más a la misma ciudad donde se supone viviríamos, esa misma donde sólo me visitaste media tarde y a las prisas una sola vez cuando me mudé ahí, o aquel día que me pediste acompañarte a una lectura de poesía sabiendo desde antes y esperando encontrarte con unos de esos amores tu vida, mientras yo me tuve que tragar mi orgullo y la humillación de tenerte ahí a un lado mío mientras te temblaban las manos y las piernas al verlo en el lugar, esa vez fuiste tan obvia, o cuando te quitabas el anillo que te di cada que llegabas a tu casa para que nadie te lo viera, o saber que apenas hace un par de años tu papá se enteró a pesar de que aún vivías con él cuando te lo di, por citar solo algunas de tantas otras más, mucho de todo eso terminé replicándolo al ir aprendiéndolo de ti y de esas formas que sé que en tu defensa aprendiste y padeciste antes de mi en tu propio entorno, no debí ser así, no quería ser yo pero muchas veces parecía que solo en el conflicto existía la coincidencia, qué triste que haya sido así. Sabes, durante todos estos años nunca te escuché decir que temías perderme, y no es que esperara que tuvieras las mismas incertidumbres que tuve, pero nunca, ni una sola vez te escuché o te leí preocupada por que no volviera a estar, sin duda el ansiógeno más grande es pensar y preocuparse por las cosas que nunca sucedieron.

Mi vida, por más que me duela en el alma necesito soltarte en el sentido más estricto, literal, abstracto y liberador de la palabra misma, y es que verás, ya no me quedan más horas para no dormir y me duele verme a mi mismo convertido en esta persona que espera que regreses y quieras quedarte sin tener que recitarme previamente mil quinientas condiciones como si solo fueras tu quien esperara algo, me he ido abandonando a mi y pausando mi camino en espera de volver a compartirlo contigo, he estado corriendo tras tus pasos apenas se escuchan cerca, y no me malinterpretes, siempre adoré y amé tus pasos y tu sensual manera de contonearte al caminarlos, pero es exhaustivo perseguirte. Siendo brutalmente honesto conmigo mismo y dejando toda fantasía de lado, hace tiempo que tu ya no estás aquí y no hablo de unos cuantos meses, sino desde hace muchos años, sé que no vas a volver jamás en ninguna de las formas en que alguna vez te conocí y es momento de aceptarlo, mi enamoramiento se volvió una lucha frecuente por sobrevivir una semana completa sin tener que verme amenazado por tu ausencia o por la angustia del castigo constante de tener que competir para ganarte, luchar para recuperarte o esperar a que volvieras. Dime tu, cómo esperabas que tuviera una verdadera sensación de compromiso y certeza contigo cuando no te pesaba abandonarme en cada oportunidad que tuvieras, y cuando estabas, tu permanencia era condicionada al cumplimiento de peticiones y demandas de una seguridad que no me proporcionabas a mi ni a ti misma. Infligiste en mí tus propias heridas de abandono de la misma forma en que tú las viviste muchísimo antes de haber coincidido conmigo, hace muchos años te dije que no planeaba pagar por platos que yo no había roto, sin embargo durante muchos años estiré tanto mis propias carencias para con ellas tratar de poder cubrir las tuyas, me rompí muchas veces para ti tratando con esos pedazos de mí mantenerte completa, no pude con los dos y sé que tampoco era mi tarea. 

Necesito soltarte, hoy más que nunca sé del riesgo que conlleva el hacerlo como esta decisión consciente que estoy tomando, pues estoy cierto que -a diferencia de otras tantas-, esta vez no habrás de sobrevivir a mi memoria, necesito soltarte porque me extraño más a mí que a ti y a todo eso que quisiera besarte cada vez que te recuerdo, me importo más yo esta vez que en cualquiera de las otras, pues me he permitido descuidarme y alienarme, he abandonando y postergando lo que quiero también para mi por estar pensando constantemente en cómo arreglar algo que no solo yo rompí. Me rindo, lo que no se repara se repite y estoy cansado de tener que poner a prueba mi valor cada que apareces, de sentirme insuficiente, reemplazable y ordinario, es justo y necesario sanar mi relación conmigo mismo y dejar de pensar en desear una relación contigo. No ha habido suficiente tiempo en las sesiones para ir recogiendo lo que se va cayendo al ir hablando, pero incluso eso es un avance, me tengo prohibido por mi mismo el tratar de ti en ese espacio, y no es que no valgas la pena, pero para hablar de ti ya se me va la semana entera, ojalá hubiéramos sido menos ansiosos o evitativos, más empáticos y menos destructivos pero sé que ambos padecemos las secuelas de batallas previas antes de conocernos a nosotros mismos. Ahora estoy dejando de verte a ti para voltear a verme a mi, a veces simplemente no hay un happy ending ni tampoco un happy feet.

Hay una pena tan grande que viene de la mano del no saber de ti durante meses, me toma tan fuerte que no me suelta ni siquiera al cruzar la calle, ahora sé que me aferro al apego de la herida de tu ausencia y no a la certeza de tu permanencia porque era lo único que me quedaba cada vez que te ibas a buscar un lugar distinto que pudiera darte la forma más cercana a tu concepto de felicidad, y siento que si pierdo eso me quedaría sin nada, aunque ya nada tenga realmente. Ha llegado el momento de soltar incluso la pena de no volverte a tener en mi vida, porque si sigo sosteniendo todo eso, cómo voy a sujetar éstas tres mil quinientas piezas en las que he quedado partido, y es que esto me ha roto de una manera irreparable, al menos para mí, la gravedad del dolor de perderte está en la misma escala de saber qué no habré de volver nunca más a mi abuela y lo que habré de sentir el día que pierda a mi madre, y sé que dimensionarlo de esta manera podrá parecerte absurdo y fuera de toda proporción, pero entiendo también que no puedas comprender lo que es perder constantemente tanto de lo que uno más quiere en esta vida.

El desapego se siente literal como descarnarse hasta los huesos, no hay manera alguna en que no sea desgarradoramente doloroso, ni siquiera en la más obstinada soberbia. Me hubiera gustado decirte que sí, que después de todo lo logramos, que nos salvamos, que tanto amor que hubo pudo más que todos los dolores y las heridas que nos permitimos por no saber cómo amarnos sin lastimarnos en el proceso, la realidad es que en este momento me está costando la vida tan solo el poder salvarme a mí. Hasta aquí llegó cualquiera que haya sido mi misión para contigo, estuve en muchos de tus mejores momentos y también en algunos de los peores, estuve hasta donde pude, y también hay que decirlo, hasta donde permitiste hacerlo, porque no fui ni el primero ni el único en construir murallas, solo le pido a la vida que al final sea cuidadosa conmigo y que me evite toparme de contigo de frente, que sea siempre a una distancia prudente, pues mis piernas y mis brazos son todo menos fuertes cuando se tratan de ti, y aún así te viera mañana, en dos años o en veinte, mi primer impulso sería correr hacia ti y abrazarte tan fuerte como si fuera un niño perdido y eso es algo que ya no puedo permitirme.

No tienes ni la más jodida idea de lo que es escribir todo esto sabiendo que esto es lo último que expreso pues no me quiero quedar con absolutamente nada, y sé que debe de doler, es necesario, pero el sufrimiento es algo que ya no deseo para mi y ni siquiera para ti después de todo esto, ésta no es una despedida solicitada, es solo mi catarsis y mi punto de partida. Siempre serás el amor de mi vida, pero entre el amor y la vida, escojo vivir todo eso que tantas veces tú te permitiste cada que te ibas. Y no es el despecho por los descartes, que de por sí fueron dolorosísimos, es porque sabes perfecto que me engancho a ti tan solo con que me des la ilusión de poder tenerte conmigo, y en más de una veintena de veces has usado ese poder que te di para solventar tus soledades momentáneas, así pasó ésta última vez, volviste solo para asegurarte de que nada ocupara mi pensamiento que no fueras tu, para después así como llegaste, irte, porque seamos honestos, no me buscaste desde el amor, lo hiciste desde el ego, la soberbia y el narcicismo, tu no pensabas quedarte, solo pasaste por aquí para ver si alguien había podido más que tu, y sí, al final ganaste, ya tampoco queda nadie al menos de éste lado.

Quizás duela lo que voy a decirte, pero yo ya no quiero guardarte más cariño "por si acaso", y es que no sé qué hacer con eso cada que te marchas y se queda aquí a solas conmigo, dónde lo pongo, qué le doy de comer, a qué hora lo mando a dormir, de qué le platico, qué tanto tiempo lo saco al sol, y si un día se me olvida cerrar la puerta y se me escapa cuando entre alguien más?, qué hago con el cariño que te guardo si no estarás para ver cómo ha crecido?. Cuando te dije que te quise fue verdad, la más absoluta de todas, te entregué mis mejores canciones, te compartí mis películas favoritas, a partir de ti escribí como a nadie, te cociné lo que más te gustaba, te toqué y te besé en maneras que no podido hacer todavía con más nadie, usé mi única propuesta de matrimonio contigo, te di el nombre de la hija que nunca tuve, te amé hasta que simplemente ya no pude, pues ya no me queda algo más que pueda darte, te lo di todo, me tuviste entero, como nadie nunca más me tuvo ni ha podido hacerlo. 

Siempre quise que fueras tu, pero por más que corra detrás tuyo y aún así te alcance no vas a quedarte, ambos sabemos que no me vas a elegir porque así fue desde el principio, e intenté durante este camino ser la versión de mí que más pudiera gustarte, sin embargo me perdí a mi mismo en el intento con tal de encajar en un lugar que aún todavía sigue estando en la búsqueda de su propia identidad. Sé que decirte que te amo no habrá de cambiar absolutamente nada, y que la realidad de lo que sucede el día de hoy seguirá siendo igual a la del día de mañana. Creo que nunca lo notaste, pero mi primer inicial y tu segunda eran consecutivas, así también nuestras fechas, tu día con mi mes y mi día con tu mes, y si alguna vez te sientes curiosa y buscas cómo fueron las fases de la luna el día en que nacimos, notarás que fueron exactamente las mismas; Al final nada fue cuestión de numerología, esoterismo, astrología ni de cartas astrales, no creo que nadie más haya tenido tantas señales tan claras de coincidencia de pertenencia, y sin embargo quizás son de esas cosas tan normales que uno encuentra con otras personas conforme va conociendo a otras distintas por la vida.

No sé cuándo leerás esto, pero estoy cierto que habrá de suceder hasta cuando deba ser, ni un minuto antes, quizás por nostalgia o por la usual curiosidad o puede que sea hasta que alguna de tus fuentes donde minas atención se agoten, se aburran o simplemente te cansen, lo que suceda primero tampoco importa mucho, aún si no lo hicieras, para ese entonces ya no lo llevaré cargando conmigo, y si bien soltarte no resuelve el total de todos mis problemas, sí hará el camino más ligero. Desafortunadamente para mi, te necesito, no sé explicarte cómo y ciertamente dudo que puedas entenderlo, va más allá de una dependencia emocional, de mi TLP o mi apego ambivalente, o de cualquier otro síndrome, síntoma, diagnóstico o sentimiento, para mi siempre fue tan simple como el tener la certeza de saber que en algún punto de mi creación mi alma eligió a la tuya y eso es algo contra lo que yo no puedo hacer mucho pues no me pertenece, forma parte del espíritu mismo. Lo siento pero al final no logré tener la fuerza de voluntad ni el corazón suficiente para dejar de amarte así nada más, como si no fueras nadie, de corazón espero que en el lugar donde decidas quedarte te amen tanto e incluso más y mejor de lo que alguna vez yo lo hice, por mi parte mi única opción más viable es ésta de guardarte tan pero tan profundo hasta olvidar dónde te puse. 

Nunca fue tu obligación quedarte, cuidarme, quererme ni corresponder a todo lo que sentí por ti, tampoco fue tu responsabilidad el hacer algo por mi ni retribuir a lo que te di, sin embargo sí es la mía el tomar de vuelta todo lo que me queda y me pertenece para tratar de volver a hacerlo mío nuevamente, yo desconozco si para ti después de todo hubo o habrá alguna lección o al menos alguna consecuencia, lo que sí sé es que éste es mi propio camino de aprendizaje, personal e intransferible. Habré de llorarte lo que tenga que llorarte, habré de sentir lo que tenga que sentir, habrá de doler lo que tenga que dolerme, que se rompa lo que tenga que romperse pero ya no más, que así sea y aquí se acabe.

Necesito irme, ya no me hace bien quedarme, se me está apagando el corazón y no tarda en ponerse tan oscuro aquí dentro que no podré siquiera ver lo que te escribo, no sabes cuánta de toda mi valentía me está tomando el poder soltarte, pues de nosotros dos soy el último que falta por hacerlo, me voy de ti queriéndote tanto, a mares enteros con todas sus oleajes. Siempre fui valioso y suficiente en todos y en cada uno de los días.

Nunca debimos lastimarnos ni abusar tanto de nosotros, te perdono por todo lo que desearía no hubieras hecho, me disculpo por todo lo que creas perdonable, te perdono por venir y haberte ido, me disculpo por mi insistencia de querer quedarme. De todo lo vivido le agradezco al universo el haber podido amar todas las partes más sanas que alguna vez tuvimos.

Por el bien de todos, mi último y más grande acto de amor hacia a ti y hacia nosotros, es desatar todos los lazos que me unieron contigo, esperando con ello por fin la paz le regrese a cada cual y cuide de cada uno en su camino.

Lo he dicho todo, no me quedo nada,
libres llegamos y libres nos fuimos. 

Hecho está.



No hay comentarios:

Publicar un comentario