Apenas seis con treinta de la mañana, de nuevo en camino a la estación de autobuses, con altos decibeles en los oídos y en espera de llegar a tiempo al destino que marque el boleto en turno
De un tiempo para acá mi escenografía de “Casa” se ha vuelto tan portable, que caben sin problema alguno en una compacta maleta de mano, un par de pantalones, de camisas y calcetines, todo en par para el viaje, todo menos uno
- Lo mejor de mi me lo llevo puesto, así en caso de huír es más práctico que empezar de nuevo la tediosa tarea de empacar todo de nuevo; Se me olvidan cosas, algunas otras por desidia las he venido perdiendo, quizá su destino es perderse y que vaguen cada una buscando el par correcto
Yo y mi acostumbrado asiento al lado de la ventana, izquierda o derecha da lo mismo, siempre hay algo interesante qué observar en trayectos largos a través de cristales cóncavos y convexos
A punto de ocupar un cuarto de hotel en una ciudad a la que me resisto conocer del todo, no quisiera acostumbrarme a venir de cuando en cuando, o bien, terminar irremediablemente por quedarme una de las nueve enteras, o las nueve en partes
Agaveras multicolor se van abriendo paso en los portones, girasoles, pastizales y hojarasca hasta donde la vista alcance, todo amanece luciendo cada día un poco diferente, las trincheras se van llenando de invasores, de las luciérnagas ya ni hablar, de ellas ni sus luces desde hace varias noches
Aquí llueve, el agua aprieta y duele como en Macondo, si es que alguna vez llegó a llover allí como es que tanto cuentan los que saben.
miércoles, 28 de marzo de 2012
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