viernes, 18 de noviembre de 2011

Retráctil

Ahora los métodos de sanción se vuelven más dolorosos y cotidianos, ahora los silencios se amplifican con las distancias condenatorias y auto infligidas , ahora solo saludo de beso en la mejilla, en la frente o en las manos y evito a toda costa acercarme a los labios para no perder de nuevo la cordura, ahora el eco se agazapa tras las cortinas y se asoma por la ventana cuando mi puerta aparece por azar en la guía de lugares por visitar

Me da pereza contarle de qué me trato a quien se me acerca solo por mera curiosidad, como si esperaran que tuviera una sinopsis de mi persona ensayada y lista para usar como plática de relleno en medio de silencios incómodos, como si fuera tan fácil solo decir..”Hola, mi nombre es fulano de tal, llevo varios intentos fallidos para dejar de fumar y duermo mucho menos de lo que debería…”, o que no bailo mejor de pie que de lo que lo hago sentado en una silla, o que si me dieran a escoger elegiría siempre una casa con balcón a una con cochera para veinte autos, por qué es que prefiero los primeros días de mayo y aborrezco los últimos de agosto, o que me da por sonreír de lado cuando algo me emociona o me intimida, -sobre todo más por lo primero y rara vez por lo segundo-, sería demasiado práctico dar tantas pistas a quien quiera juntar su sombra con la mía incluso solo para caminar

Son esas pequeñas grandes cosas que no confesaría ni por error en una primera, segunda o tercera cita, son para aprenderse y descubrirse durante la convivencia del día a día, cuando se ponga real atención a los detalles, cuando se quiera genuinamente descifrarme los ademanes, gestos y tonos de voz, mientras tanto no estoy para andar develando misterios o para sacar a nadie de dudas, el yo que se guarda bajo llave se quedará ahí confinado hasta que alguien sepa –o recuerde- cómo abrir la cerradura

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