Acostumbro a mirarla a través del espeso cristal de una ventana, desde el fondo de un vaso de cantina o detrás de unos anteojos de sol sin playa
A verla del otro lado de la acera, sorteando transeúntes mientras camina apresurada e inadvertida, la miro encapsulada en un par de catalejos, entretejida entre los hilos de una cortina, enmarcada en papel emulsionado con benzina
Hace tanto que la toco con los ojos, que mis manos han ido zurciéndose los labios, quedándose quietas, calladas, atentamente observando
Hybris
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario